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La falta de iniciativa

Es habitual que los hombres sean los que inician la “conquista” de la mujer. Se dice que las mujeres siempre “esperan que el primer paso lo dé el hombre”, “que eso ha sido siempre así”, y “que lo sigue siendo”. Pero cada vez más, son ellas las que “toman la iniciativa”, aunque aún “algunas no lo hacen por falta de iniciativa” por “inseguridad” o por “falta de confianza”. En estos casos, se dice que hay una “barrera psicológica” que se explica puramente por «anomalías» individuales que dependen de cada persona. Porque eso es lo que hace la psicología. Estudiar la normalidad y la anormalidad.

Pero esa barrera no es psicológica. Es social. Se llama machismo. Es lo que explica que en las relaciones entre los géneros siga habiendo unos que tienen libertad para hacer lo que quieran (los hombres), y otras que no la tienen (las mujeres). Unos que pueden ir de copas sin temer nada, y otras que tienen que estar pensando siempre estratagemas para por si acaso a alguno se le ocurre propasarse, dentro o fuera del local. Cuando unas perciben que no tienen libertad para disponer de su vida, para decidir qué hacer con ella, para decidir con quién van o con quién no van, con quién follan o con quién no follan, etc., entonces estas no eligen, no «tienen iniciativa». Eso es lo que sigue pasando con muchas mujeres: que “no tienen iniciativa”. Porque en realidad no sienten que la tengan, porque en realidad no sienten que se les permita tenerla, esa «falta de confianza» de la que se sigue hablando, que en realidad no es falta de confianza. Es la constatación muy realista, aunque la mayoría de las veces inconsciente, no verbalizable, de un hecho bien claro: la mujer no decide porque en una sociedad machista y patriarcal no tiene la capacidad de decidir. Y no es «lo normal» que lo haga en estas condiciones. Lo «anormal» sería que lo hiciera. Es así como las disposiciones que algunos llamarían psicológicas no hacen más que registrar, mediante las categorías mentales, lo que está grabado en la sociedad y se graba en los cuerpos y las mentes: el hecho objetivo, objetivable, constatable, medible estadísticamente, de que hay unos que disponen de libertad, de capacidad de decidir sobre su propia vida (los hombres), y otras que no la tienen (las mujeres), y lo único que hace lo que se consideran «inseguridades», «falta de iniciativa», etc. es traducir estos hechos objetivos en acciones verificables, o, más bien, en falta de acciones. Porque la «no acción» es la categoría más adecuada para medir lo que hacen las que sienten, de forma muy realista, que no pueden hacer nada: no actuar, no “tener iniciativa”, no “tener confianza”, ser “inseguras”.